Las tasas de depresión se han ido incrementando considerablemente en todo el mundo, hasta convertirse en este año del 2020, según la Organización mundial de la Salud, OMS, en la segunda causa principal de incapacidad y sufrimiento humano.

Debido al crecimiento sin precedentes de este trastorno mental cada vez se le ha dado mayor atención. Las razones son muchas: el impacto financiero del trastorno depresivo en nuestra sociedad es enorme, debido a la disminución del rendimiento laboral, descenso de la productividad, más bajas por enfermedad de los empleados; el costo de la depresión en términos de gastos de atención médica es muy elevado, ya que está estrechamente vinculada a enfermedades cardiovasculares, diabetes, tabaquismo y un sinfín de problemas relacionados con la salud. El trastorno genera altos niveles de sufrimiento, angustia y hasta la pérdida definitiva de la vida cuando la gente desesperada se suicida. Lo antes mencionado nos alerta sobre la gravedad del problema y las repercusiones del mismo, por lo cual resulta necesario conocer un poco más acerca de este trastorno.

Una primera situación a considerar es que existen diversas posturas, acerca de la definición y tratamiento de este padecimiento.

En este caso no vamos a considerar la depresión asociada a la depresión bipolar, que es menos común y con origen más biológico.

¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN? A simple vista puede parecer una definición sencilla, pero no lo es. Desde el enfoque de los profesionales de la salud mental se define como un “trastorno anímico” y así aparece clasificada en el catálogo de trastornos y enfermedades mentales conocido como el Diagnostic and Statistical Manual. Manual de Diagnóstico y Estadística.

Si se considera la depresión como un trastorno anímico, se acepta que su característica principal es que incide en el estado de ánimo, además de los síntomas que incluye como son: sensación de inutilidad, falta de concentración, alteración del apetito y del sueño, pérdida de interés, falta de ánimo y alegría, pero los más recientes estudios señalan que hay más de 200 síntomas complejos que se deben tomar en cuenta para llevar a cabo un diagnóstico correcto, flexible.

Visto así, el tratamiento se atiende recetando al paciente fármacos, tratamientos de choque y otros recursos recientes de estimulación cerebral; en otros casos motivándolos a hablar de su infancia. Pero las condiciones sociales que dan lugar al trastorno no mejoran y la tasa continúa aumentando a una velocidad alarmante.

Estos tratamientos se enfocan a los síntomas, y por supuesto que favorecen en gran medida, el que el paciente recupere parcialmente el bienestar emocional, sin embargo, es muy importante que no se   subestime el papel de las relaciones sociales en la aparición, evolución y tratamiento del trastorno depresivo para lograr la solución definitiva del mismo.

Se puede afirmar que las personas que más defienden las ventajas de los antidepresivos deben reconocer que ninguna dosis de medicamentos puede enseñar habilidades sociales.

No hay fármaco capaz de explicar a alguien como escuchar mejor o con más empatía, o como cultivar amistades o la pertinencia de acudir a terapia. No existe fármaco capaz de ayudar a una persona que está sola y desconfía de los demás a volverse más accesible o ver las situaciones con una perspectiva más positiva.

Para fundamentar lo anterior y con base en investigaciones recientes, entre las que destaca las llevadas a cabo por Michael Yapko[1] se plantea que la depresión tiene causas multifactoriales, destacando las sociales como prioritarias.

Existen otros factores de riesgo conocidos, pero no todos tienen el mismo peso e intensidad. Unos influyen más que otros en el desencadenamiento de la depresión. Entre los físico- biológicos se encuentran una mala alimentación y falta de ejercicio físico. Como tratamiento el ejercicio físico ha demostrado una eficacia comparable a un medicamento antidepresivo, sin los efectos secundarios negativos. Otros tienen su raíz en las características individuales entre ellas el temperamento, la historia personal (que incluyen factores como un historial de malos tratos y la propia calidad de pensamiento, que puede incidir en errores como los juicios infundados, o la falta de aceptación de sí mismo. O también de acuerdo a los roles sociales que se asume y la calidad de las relaciones con los demás.

Las nuevas investigaciones ponen de manifiesto que la depresión no se reduce solo al sufrimiento del individuo, como si éste estuviera completamente aislado, sino que se da en un contexto social, y también surge de las heridas que producen las relaciones con las personas.

El dolor del rechazo, la humillación, la falta de pertenencia, la pérdida de un ser querido por una ruptura o muerte, la traición de la confianza, la violencia y el maltrato son formas diversas de un sinfín más que tienen las personas de hacerse daño mutuamente.

                Dicho de otra manera, la depresión puede ser a menudo la consecuencia directa de unas relaciones sociales deprimentes, a lo que hay que añadir una consideración más, la depresión no solo afecta a quien la padece, aunque nos centremos en quien manifiesta los síntomas, también afecta al círculo cercano con quienes se relaciona, y por cada persona que recibe tratamiento, hay por lo menos cuatro sin tratar, y cada depresión no detectada, afecta por lo menos a tres personas más. Sin duda las relaciones pueden propagar la depresión igual que los gérmenes propagan una enfermedad.

De acuerdo al autor antes señalado las personas que se recuperan de una depresión han aprendido a poner en práctica diferentes técnicas que pueden ayudarles a construir una vida mejor.

Un aspecto más a considerar es que los humanos tenemos neuronas espejo. Esto se refiere en  el plano social que reaccionamos consciente e inconscientemente a los estados de ánimo y comportamientos ajenos.

Por ejemplo, puede suceder que hay personas que al entrar a una habitación irradian luz y alegría y hacen agradable el ambiente a los demás. En cambio, otras absorben la energía y alegría de quienes les rodean.

Igual se menciona que las emociones son contagiosas, los psicólogos sociales han demostrado en diversos casos que la gente percibe las emociones ajenas y que esa percepción le influye de forma notable. Este fenómeno recibe el término de contagio emocional.

El contagio de las emociones es un factor importante en la propagación de la depresión en todo el mundo. Y pueden transmitirse más de prisa entre la gente que se siente incapaz de evitar o superar fracasos, heridas o pérdidas.

En nuestra sociedad que pone el acento en la individualidad podemos aunar esfuerzos, porque en el fondo los seres humanos somos criaturas gregarias. Aunque seamos distintos, todos vamos en el mismo barco. Necesitamos amor, seguridad y ayuda para solucionar problemas.

No hay que ignorar que al público en general el estudio de un padecimiento, desde las relaciones sociales no le parece tan científico como la investigación de la química cerebral.

A la gente le impresionan los escáneres cerebrales, capaces de mostrar los cambios que se dan en el cerebro cuando se toman antidepresivos. Pero el cerebro también cambia de modo perceptible en respuesta la interacción con las personas, y en la actualidad tenemos la capacidad de medir esos cambios.

Los escáneres cerebrales de las personas que manifiestan graves déficits sociales, tales como mostrar empatía, presentan diferencias considerables con los de las personas que pueden relacionarse de manera fácil con los demás.

Podemos concluir afirmando que la depresión es mucho más que un simple malhumor o sensación de infelicidad o tristeza. Afecta prácticamente todos los aspectos de la vida y el objetivo prioritario de los médicos, terapeutas, y las personas que los sufren es tratar el trastorno depresivo de la forma más rápida y eficiente posible antes de que la vida del paciente se desmorone. Aunque también hay que desarrollar una mentalidad preventiva, reduciendo en primer lugar la vulnerabilidad de las personas.

Para ello resulta pertinente señalar lo siguiente:

  • Las personas que se recuperan de una depresión han aprendido a poner en práctica diferentes técnicas que pueden ayudarles a construir una vida mejor.
  • Las relaciones humanas constituyen la clave del bienestar psicológico. No solo curan corazones y almas, también sanan cerebros.
  • La depresión se origina y se cura en un marco social.
  • Se puede aprender a modificar el cerebro de una forma que nos favorezca, a partir de modificar nuestros pensamientos y el contacto con los demás.
  • Todos los pensamientos, percepciones y sentimientos negativos sobre otras personas que se pueda tener no afecta a las personas, sino a quien tiene esos pensamientos.    

Si estar rodeado de gente resulta terriblemente estresante, si no se logra mantener amistades, si se padece dosis de rechazo y soledad o si no se puede soportar la frustración; si se tiene la sensación de que los demás están siempre haciéndote daño de un modo u otro, considera estos como los factores de riesgo más importantes que se conocen de sufrir depresión.


[1] Conferencia “Entrenamiento en depresión”.CCIP. 2018. México, DF.

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